miércoles, 1 de julio de 2009

A ESE DEDO...

Soportaste durante mucho tiempo el peso desmesurado de alguien cuyos excesos jamás te tuvieron en cuenta. Ni siquiera contaba contigo en los momentos felices o amargos. Indiferencia extrema hacia tí que cabizbajo cumplias tu misión con miseria solitaria. Y un día de repente, sin aviso previo, dejaste de respirar. Alguna maldita vena inoportuna decide bloquearse y matarte. Sufriste una semana de agonía con esa asistencia hasta entonces negada. Intentamos todos reanimarte pero no hubo remedio. Y el viernes día cinco de julio, hace unas semanas, una cirujana de melena rubia y armada de frialdad y hastío te separó de mí para siempre. No pude verte morir, pero te siento todavía cuando mi mente me engaña. Adios dedo. ¡Te he querido muy poco! Lo siento.

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